Jul 17, 2008

 
Isak Dinesen/ Karen Blixen
Siete cuentos góticos


Por Miriam Badillo


En alguna época solía entretener, serenar y hacer más llevaderas mis noches de insomnio con la lectura, infalible en estos casos, de Sherlock Holmes. Las historias protagonizadas por el casi maquinal detective tenían la virtud incuestionable de alisarme los despeinados nervios. Alguna vez el Quijote contribuyó a la misma causa pero porque el Quijote contribuye a todas las causas imaginables, responde a todas las necesidades. Ahora me he vuelto a encontrar con un librito fabuloso, con poderes curativos de noches blancas o días amargos: los Siete cuentos góticos de la baronesa Karen Blixen (Dinamarca, 1885-1962) quien portó en algún tiempo el seudónimo Isak Dinesen. Siete joyitas que me han provocado, incluso, leerlos mientras comía, mientras tenía cualquier oportunidad o incluso sin tenerla dejando algunas pequeñas obligaciones de lado. La cabeza de esa mujer desbordaba historias y personajes sin descanso, una sobre otra, una dentro de otra, una después de la otra, una a la par de la otra. Metiéndose siempre por caminos escondidos, abandonando los caminos que parecían los principales, dejándolos para más tarde, o para nunca ya que ella no podrá escribirlos. Sin embargo ha dejado sueltas esas hebras y ellas se tejen y destejen en la imaginación de quienes la leemos, nos ha dejado electrificado ese músculo poco ejercitado hoy en día: la imaginación. Nos vuelve adictos suplicantes de más y más historias... madame Blixen, por favor cuéntenos más.


 
W. G. Sebald
El paseante solitario

Por Miriam Badillo


Pequeño ejemplar color menta, pequeño y liviano ensayo de Sebald sobre uno de esos seres solitarios que tanto lo seducen, que tanto cariño y solidaridad despiertan en él. Son sus espejos queridos, sus fantasmas fraternales, sus compañeros de alma. En esta ocasión se dedica a indagar en el interior creativo del enigmático escritor suizo Robert Walser, el paseante solitario, figura incomparable de la literatura según la percepción de Sebald. Quien, por otro lado, se le presenta como un extraño y coincidente compañero de viaje, quien le hace guiños desde la muerte a través de pequeñas casualidades en sus literaturas: frases, imágenes, algunas incluso exactas.
Pequeño, liviano, enigmático y profundo librito como el diminuto globo aerostático que sirve a Sebald para ilustrar hacia el final de su escrito, recordando un pasaje de Nabokov, la aspiración secreta que él observa en el hacer literario de Robert Walser.
“Siempre, en todos sus trabajos en prosa, quiere remontarse sobre la pesada vida terrestre, desaparecer suavemente y sin ruido hacia un reino más libre”.



 
Siete Novelas (IV entrega)
John Fante

Por Dario Basavilbaso


Pasaron casi cuarenta años entre Pregúntale al polvo y La hermandad de la uva, durante ese periodo solamente hay una novela en la bibliografía de Fante: Full of life (sin traducción al español).

En La hermandad de la uva John Fante retoma algunas inquietudes que desarrolló en Espera la primavera, Bandini; sin embargo hay diferencias significativas entre una y otra novela. En primer lugar Fante abandona a su alter ego y se describe a si mismo, bajo el seudónimo de Henry Molise, los personajes que siguen siendo los mismos son el padre y la madre con la salvedad de que ahora ambos son ancianos. Boulder, Colorado ahora se llama San Elmo pero sigue siendo el mismo lugar apartado y pintoresco, victima de un permanente invierno.

Una de las cualidades de Fante es describir con ironía toda una gama de personajes prejuiciados e inestables cercanos a él y no tan cercanos. Su familia compuesta por dos hermanos y una hermana. Fante describe con minuciosidad los pequeños vicios de estos personajes y a los eternos compañeros de juerga de su padre, viejos borrachos inmigrantes italianos que se reúnen en el café Roma. Así como en Ask the dust existe un personaje que sobresale por su condición simbólica, se trata de Angelo Musso curioso anciano mudo, productor de vinos, que funge como oráculo de los borrachos que lo vistan constantemente en sus viñedos.

La novela desde un principio advierte sobre constantes giros, Fante combina varios aspectos como son, el recuentro con su historia, su presente interrumpido, la reconciliación espiritual y tardía con su padre, el deterioro, la presencia de la muerte, el sexo. Un poco, al estilo de film italiano entre pícaro y provinciano se desarrolla esta novela que Francis Ford Coppola, en un momento dado quiso llevar al cine. Hay diferencias sustanciales en el Fante de la –hasta ese momento- trilogía de Bandini y el de La hermandad de la uva: Fante es un guionista consolidado en Hollywood, oficio que odia, ya no es provocativo en su propuesta literaria, es reflexivo a la manera de un ejercicio de enmienda. Finalmente el protagonista de esta novela es un hombre que se reconcilia –sin quererlo en un principio- consigo mismo en su condición de padre y de hijo.

Existe en esta novela un experimento, a mi parecer fallido y es el encuentro sexual de Henry Molise con la enfermera que cuida a su padre, al ser narrado en primera persona se convierte en un episodio de semipornografía humorística. Única objeción consistente en toda la obra. La vocación literaria no puede faltar, el protagonista recuerda los penosos pasos que dio para llegar a la literatura, no guarda su agradecimiento a la obra del ruso Dostoyeski. No termina aquí el regreso al pasado en la obra de Fante, el resto de la obra va a ser de esta índole, salvo en el caso de Sueños de Bunker Hill donde Fante decide, un poco por la fama de que empieza a ser objeto, dar conclusión a su personaje de Arturo Bandini.

Y entonces sucedió. Una noche que la lluvia golpeaba el inclinado techo de la cocina se introdujo en mi vida un espíritu grandioso. Tenía el libro en las manos y temblaba mientras me hablaba del hombre y el mundo, del amor y la sabiduría, del dolor y la culpa, y supe que yo ya no podía ser el de antes. El espíritu se llamaba Fiódor Mijailovich Dostoievski. Sabía más de padres e hijos que ningún hombre en el mundo, y de hermanos, de curas, de delincuentes, de la culpa y la inocencia. Dostoievski me transformó. El idiota, Los endemoniados, Los hermanos Karamazov, El jugador. Me cambió radicalmente. Descubrí que respirada, que veía horizontes invisibles. El odio por mi padre desapareció. Amé a mi padre aquel pobre diablo, resentido y obsesionado. También amé a mi madre y a toda mi familia. Había llegado el momento de ser hombre, de irse de San Elmo, de entrar en el mundo. Quería pensar y sentir como Dostoievski. Quería escribir.


Y empecé a recordarlo todo, Tenía diez años y había un baile callejero en San Elmo, la noche del 4 de julio. Yo estaba en el callejon que quedaba detrás del recinto del baile, rebuscando en los cubos de basura. En la oscuridad vi una pareja haciendo el amor contra un poste de teléfono, la mujer con el vestido levantado, el hombre golpeando con la pelvis. Sabía lo que estaban haciendo, pero me asusté y me agaché detrás de un montón de cajas. el hombre y la mujer avanzaron hacía mi cogidos de las manos. El hombre era mi padre. La mujer era Della Lorenzo y vivía a dos puertas de la nuestra, con su marido y sus dos hijos, que iban a la misma clase que yo. Después de aquello no volvía a jugar con los hermanos Lorenzo. Me daba vergüenza mirarlos a los ojos, Odié a mi padre. Odié a la señora Lorenzo, vulgar sosa y fea. Detesté la casa


De los Lorenzo y su jardín. Le daba patadas al perro que tenían. También tenía pollos y le rompí el cuello a uno. La señora Lorenzo murió de cáncer de mama al año siguiente y yo ni me inmuté. Ella se lo había buscado. No me cabía la menor duda de que estaba en el infierno guardando el sitio a mi padre.


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