Mar 13, 2007

 
COMENTARIO SOBRE UN CUENTO DE JORGE LUIS BORGES


Por Darío Basavilbaso


Bagatela para Alejandra Brooks que me lo leyó en una noche de convalecencia febril.



Borges mezcla en su obra tres elementos vitales, su vida, sus lecturas y sus sueños; siempre transfigura estos elementos con diferentes recursos narrativos: un episodio policiaco, una postura filosófica, una mitología. Es tal vez en su cuento favorito "El sur" donde toda esta pugna literaria es su más franco leitmotiv: mantener unidos los términos siempre en lucha; los libros que empobrecen y las vidas elementales de los hombres simples son la verdad, esa vida a la que el héroe borgiano no puede acceder sino al final y a costa de su propia vida.
El cuento comienza con la propia genealogía del autor, siempre Borges es el personaje de sus cuentos, en esta ocasión la tercera persona de él mismo será Juan Dahlmann. El protagonista ha leído el Martín Fierro, fue secretario de una biblioteca municipal y contrajo una septicemia que lo tuvo al borde de la muerte a partir de un, casi, insignificante accidente. Borges lo abstrae con las siguientes lineas: "Ciego a las culpas el destino puede ser despiadado con las mínimas distracciones". A continuación se describe su penosa marcha a la recuperación en un sanatorio. Finalmente Juan Dahlmann logra salir avante de su estancia en la clínica y el médico le recomienda continuar su recuperación en una chacra de su propiedad. A partir de acá la línea que divide la realidad del sueño es casi imperceptible. El protagonista viaja en tren acompañado de un ejemplar de las Mil y una noches (la misma que le provocó el accidente) viajar con este libro, tan vinculado a la historia de su desdicha, era una afirmación de que esa desdicha había sido anulada y un desafío alegre y secreto a las frustradas fuerzas del mal. Sin embargo Dahlmann prefiere los paisajes y los jardines a la lectura del libro: la felicidad lo distrae de Sharazad y de sus milagros superfluos, Dahlmann cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir.
Las vindicaciones oníricas son recurrentes a partir de estas líneas, el pasajero desciende en una estación que no es la que él espera, llega a una zona casi desconocida, reconoce un almacén y se dirige a este, ese almacén es un paradigma del sur, con una presencia mítica del gaucho, del compadrito. Tal vez aquí Dahlmann es por fin Borges. Se suscita una acción incierta, los compadritos molestan al nuevo huésped, el Patrón conoce el nombre de Dahlmann, un brusco compadrito lo reta a duelo, el Gaucho extático y simbólico le avienta una daga que cae a sus pies; era como si el sur hubiera resuelto que Dahlmann aceptara el duelo. Ambos salen a la llanura, el final es previsible más estas líneas postreras son de una belleza superior: "Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él. Una felicidad y una fiesta". Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar y sale a la llanura. No sólo en el cuento El sur Borges ha desarrollado este tema que para él es un tema argentino. Tiene un poema, el tango con un final parecido al de este cuento: el recuerdo imposible de haber muerto pelando, en una esquina del suburbio.
Se ha inculpado a Borges de un manejo intelectualizante de los temas populares, Las palabras de Ricardo Piglia aclaran este mal entendido: "En Borges la erudición funciona como sintaxis, es un modo de darle forma a los textos".

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