Feb 14, 2007

 


PATRIA, RAZA O QUE SÉ YO
COMENTARIO SOBRE EL POEMA MARTIN FIERRO

Por Darío Basavilbaso.


Existen dos obras que ayudan a comprender la Historia Argentina del siglo XIX y que son editadas en toda América Latina continuamente, estas son Facundo de Sarmiento y Martín Fierro de Hernández. En esta ocasión me toca comentar la segunda.
El Martín Fierro es a veces señalado erróneamente como una novela debido a su extensión, sin embargo es un poema, un poema que se divide en dos partes, la Ida y la Vuelta de Martín Fierro. Está compuesto por casi siete mil versos, agrupados en sextillas de versos octosílabos.
El poema cuenta la historia de un gaucho que se enfrenta a un destino, producto de varias circunstancias, pero una primordial: la famosa leva del paisano rural argentino que sirve para combatir contra los indígenas en la llamada Conquista del Desierto. El gaucho solipsista e ignorante, lucha con coraje ante los indios y sus servicios no son reconocidos, se enfrenta ante la autoridad militar, huye con rencor de aquel destino adverso, pero ya lleva una marca indeleble de bronca. El gaucho, primero bueno, después malevo mata a un negro por una insignificancia, después a un compadre y se ve obligado a huir de la justicia. El gaucho ha perdido familia y casa no le queda más remedio que ser un matrero, la policía lo persigue, el gaucho es localizado y pelea contra un grupo de representantes de la arbitraria ley de aquellos tiempos. Pelea, con ímpetus; uno de sus perseguidores lo ve luchar de manera tan aguerrida que decide volverse de su lado: no consentirá que se mate a un valiente. Las letras ortodoxas argentinos han visto en esta complicidad un acto de valentía gauchesca, la heterodoxia por su parte no han tenido reserva en definir al personaje de singular antagonismo como traidor, es Cruz -como la otra cara de la moneda-, el nuevo compañero advenedizo de Martín Fierro. Ambos deciden hacer juntos su huida, llegar a las tolderías y vivir entre los indios los mismos contra los que peleó el gaucho Fierro.
La segunda parte es muy diferente a la primera, los amigos prófugos (Fierro y Cruz) viven entre los indios, se da una epidemia de viruela que larga al otro mundo al enigmático Cruz, ante su cadáver Martín Fierro tiene una escena de patética ternura, inédita en las letras argentinas.

De rodillas a su lado
Yo lo encomendé a Jesús
Faltó a mis ojos la luz
Tuve un terrible desmayo
Cuando lo vi muerto a Cruz
(…)
Y yo con mis propias manos
Yo mesmo lo sepulté
A Dios por su alma rogué
De dolor el pecho lleno
Y humedeció aquel terreno
El llanto que derramé

La historia continua con el mismo tono abigarrado del principio. El gaucho enfrentado a constantes circunstancias adversas toca su climax de aventura, ahora en un enfrentamiento a muerte con un indio que tiene a una mujer cristiana en su poder, acá, nuevamente el autor del poema extrae de su amplia imaginación una escena lúgubre, se trata en esta ocasión de la imagen descrita líricamente de un niño, casi un bebe, muerto, flotando en su propia sangre y la madre amarrada en las tripas del hijo. Martín Fierro logra, no sin dificultad, ganar el combate a muerte y liberar a la cautiva. Esta fue la última mala experiencia a la que se enfrentará nuestro gaucho, a continuación se da un encuentro con sus hijos, los hijos que había perdido desde la Ida. Cada uno de ellos cuenta su historia, historias repetidas, pobres, donde lo que se rescata es la presencia de Viscacha, un personaje tomado magistralmente de la picaresca española. Sin embargo Viscacha es un personaje de relleno, casi accidental, que sirve para dar a conocer la historia del hijo segundo de Martin Fierro. Por último aparece Picardía, hijo del amigo Cruz, el cual encargó a Fierro antes de morir. Aparece, cuenta su historia, una historia casi al calca de la historia de Fierro, una especie de recordatorio del fenómeno de la leva y nada más.
La última parte de la Vuelta de Martín Fierro se compone de una payada -un duelo poético improvisado entre dos cantores- donde el rival lírico es hermano del negro que Fierro ha matado en la primera parte. La payada al parecer va a concluir en tragedia, pero Fierro, que ha aprendido a medir sus impulsos, logra evadir la acción vengadora del otro cantor. Termina pues la obra con sabios y sanos consejos de parte del gaucho a sus hijos, incluido Picardía. El gaucho de alguna manera hace una autocrítica que concluye con la promesa de que todos tomaran su camino y cambiaran de nombre.
Es este el Poema del Martín Fierro, obra fundamental de las letras argentinas, espejo de la lucha que se impuso el nuevo pueblo argentino contra la barbarie, en pos del progreso, queda definido en palabras de Ezequiel Martínez Estrada:(…)el Martín Fierro es una sublevación. Lo feo que pinta encubre lo más feo que calla.
El nuevo lector del Martín Fierro puede sentir aversión al tratamiento del tema, no es su culpa, tampoco la de Hernández, menos la del gaucho. Pero alguien la tiene, eso sin duda.


Feb 10, 2007

 


W.G. Sebald
Austerlitz
Anagrama, España, 2002
Por Miriam Badillo

Alguien a quien recomendé la lectura de Sebald me lo dijo: “ahora entiendo porque te gusta tanto: es tremendamente melancólico”. Es verdad él autor alemán muerto en accidente automovilístico es endiabladamente melancólico. La fuente de su melancolía es su fervor obsesivo por rescatar del olvido historias de exilios y tristezas infinitas. Los personajes de sus obras (al menos de Los Emigrados y de esta que trataré de reseñar) parecen haber existido realmente porque Sebald se sirve no solo del testimonio oral que sobre sus vidas rescata sino de rastros tangibles como fotografías y documentos de todo tipo cuya presencia dentro de sus páginas resulta conmovedora e impactante.
Jacques Austerlitz es un erudito inglés con quien Sebald tiene encuentros fortuitos y dispersos a lo largo de los años y en diversas ciudades, así nos vamos enterando poco a poco de sus verdaderos orígenes en los que la confrontación del temprano exilio (durante casi toda su vida olvidado aún para si mismo) de su natal Praga, República Checa poco a poco lo lleva un estado de frenética búsqueda de su pasado sin el cual todo parece derrumbarse en su interior.
El equilibrio y la sencillez de la prosa de Sebald evitan la caída en la sensiblería chocante, su modo directo y delicado de referirse a los hechos más brutales (las atrocidades de los campos de concentración nazis en Praga por ejemplo) los vuelven aún más conmovedores y dolorosos, todo sin necesidad de grandilocuencias o rebuscamientos. Vaya cosa que quienes pretenden escribir con seriedad debiéramos tener en cuenta siempre.
Nada sobra ni falta, no hay excesos ni mezquindades, simplemente Sebald rescata del olvido el trayecto de una vida y una memoria individual y colectiva.


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