Feb 6, 2008

 


SIETE NOVELAS (Primera entrega)

BREVE RESEÑA CRÍTICA DE LA OBRA DE JOHN FANTE

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Por Darío Basavilbaso

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INTRODUCCIÓN

Erróneamente se ha querido incluir a John Fante (1909-1983) dentro de la corrientes conocido como “Realismo Sucio”, este error sin embargo es comprensible en la medida de que el nombre de Fante en algunos ocasiones se relaciona al de Charles Bukowski, auténtico portavoz de este movimiento. Catalogar a un autor dentro de un determinado género obedece a necesidades puramente académicas y no en todos los casos, pero si se insiste en darle un lugar a Fante dentro de algún movimiento debería de ser en la llamada “Generación Perdida” autores todos nacidos entre finales del siglo XIX y principios del XX, la gran mayoría de estos pertenecen al esplendor de las letras norteamericanas, directamente proporcional a las grandes crisis financieras. Fante, aunque Tardíamente tendría lugar en este privilegiado grupo; debido a su estilo, a su narración y a sus elementos contextuales. Recordemos también que autores como Faulkner y Fitzgerald –indiscutibles de la literatura norteamericana de este periodo- fueron incluidos en las nominas de los estudios de Hollywood lo mismo que nuestro autor.

SUS NOVELAS EN ORDEN CRONOLÓGICO

La bibliografía de Fante se compone de algo más de siete novelas, sin embargo este es el número de textos traducidos al español por la editorial Anagrama.

Camino a los Ángeles es su primera novela escrita en 1936 y editada póstumamente en 1985, la cual pertenece de modo arbitrario a la zaga tetralógica del escritor Arturo Bandini, alter ego del escritor de origen italiano.

Camino a los Ángeles representa una transfiguración ficcional, irónica y provocativa, de la filosofía de Frederich Nietzche. El ambiente en el que se desarrolla Arturo Bandini, joven de veinte años, es decadente, consecuencia de la recesión económica de los Estados Unidos. El protagonista es pobre, desde un principio se ve en la necesidad de emplearse en trabajos rústicos y mal pagados, a la vez de su obligada actividad laboral es un impulsivo lector de filósofos alemanes como Shopenhauer, Nietzche y Spengler, de estos autores toma argumentos para hacer una crítica atropellada, mordaz y permanente de su entorno social. Un primer paradigma que Fante desarrolla a lo largo de toda su obra y que aparece singularmente manejado en Camino a los Ángeles es la influencia religiosa de su madre, el ambiente familiar dogmático que lo sigue y seguirá constantemente. En esta novela Fante crea a un personaje antitético; su hermana Mona, extensión secular de la madre, en la cual el protagonista descarga toda su ateismo colérico.

La novela es agilísima, Fante juega con los excesos magistralmente, algunos se escapan, más en la década del treinta que ahora -no fue editada en una primera oportunidad por considerarse atrevida-. La novela tiene como tema central la vocación literaria, la primera experiencia dura y vergonzosa de escribir. El manejo que hace Fante de este aspecto es con una visión cargada de humor y sin ningún tipo de censura lo que permite dar un tono absurdo gratificante.

En términos generales la obra de Fante es autobiográfica, autocrítica y con un gran sentido del humor, hay sin embargo matices que revelan a un escritor sensible y melancólico, el carácter experimental de Camino a los Ángeles da la posibilidad al lector de encontrar detalles únicos, como la pormenorizada descripción de fantasías idealistas; constantes y magistralmente mezcladas con la acción de la novela. Hay también claras omisiones que adjudican a esta primera novela un valor independiente al resto de la tetralogía. La ausencia del padre, por ejemplo. Desde las primeras líneas el autor advierte que ha muerto, curioso procedimiento pues nunca más dejará de tener una importancia capital.

El muchacho al que llamaban Jugo se apartó de la línea tal como yo había hecho y también se sacó un cuaderno del bolsillo. Fue corriendo hacía el lugar donde había estado yo con mi cuaderno. Durante un segundo pensé seriamente que también el era escritor y que había observado algo interesante. Adoptó la misma postura que yo. Se rascó la oreja de la misma forma que yo, miró al vacío de la misma forma que yo y se puso a escribir. Carcajadas por doquier.

-¡Yo también escritor! –dijo- ¡Miren!

Levantó el cuaderno para que lo vieran todos. Había dibujado una vaca. La cara de la vaca estaba cubierta de puntos que parecían pecas, se trataba indudablemente de una burla, ya que yo tenía la cara cubierta de pecas. Debajo de la vaca había puesto: escritor. Paseó el cuaderno alrededor del vertedor de latas.

¡Vamos! Quién quiere pelear conmigo, lucharé con todos los cretinos que hay en esta sala. Puedo darle una paliza al mundo entero. Era una sensación como ninguna otra en la tierra. Yo era un fantasma, flotaba, me elevaba, reía y flotaba. Era demasiado. ¿quién lo había imaginado? Que yo fuera capaz de escribir así… ¡Dios mío! ¡Pasmoso! (…)

Me acomodé y leí las diez primeras líneas, al llegar a la décima, dejé caer el cuaderno como si fuera una serpiente muerta y me levanté. Me puse a pasear por la cocina. ¡Imposible! ¡No podía ser verdad!

Abrí los ojos y me esforcé por leer. No resultaba. No podía leer. Lo intenté en voz alta. No resultaba. El libro no resultaba. Era algo verboso; contenía demasiadas palabras, era un poco pesado. Tenía fallos. Era muy malo. Era peor que eso. Era una guarrería. Era apestoso. Era el peor de los peores que había visto en mi vida. Era ridículo, era cómico, era idiota. Avergüénzate, oh idiota de haber escrito una idiotez así.

(…)

Una novela ¡Otra novela! ¡Qué idea! ¡Dios santo, qué idea! La primera salió mal, pero esta no (…) con la maleta en la mano me fui andando a la estación faltaban diez minutos para que saliera el tren nocturno a Los Ángeles. Me senté y me puse a pensar en la próxima novela.

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