Oct 13, 2012
Cartas a una amiga veneciana
Rainer María Rilke
Por Miriam Badillo
Por Miriam Badillo
Con estas cartas he iniciado mi
aproximación a Rilke. No cabe duda de que el checo respiraba y exhalaba poesía. Para
ilustrarlo, unas breves citas que no necesitan mayor explicación, sólo hay que
gozarlas.
“Y aun permaneciendo en mi
tristeza, soy feliz sintiendo que es usted, Bella; soy feliz por haberme
entregado sin miedo a su belleza como un pájaro se entrega al espacio; feliz,
Querida, por haber caminado como un verdadero creyente sobre las aguas de nuestra
incertidumbre hasta la isla de su corazón donde florecen dolores. En fin: feliz.”
"El trabajo del artista debe ser
como la muerte; hay que entrar por entero en él, sin reserva alguna, solo, sin
poseer nada salvo esta moneda que se ponía en la boca de los muertos para
asegurarles el trayecto de ese río trágico que les separaba para siempre de sus
amigos. ¿Sentirá usted, al menos, mi alma que volteará a menudo a su alrededor
y al de nuestros queridos recuerdos?"
"Estará usted aquí, se lo digo a
mi habitación, sobre todo al gran sillón al que le gusta hacerse más vasto a su
alrededor y que está infinitamente orgulloso de ser casi tocado por un Alma;
pues sabe que sólo un poco de delicioso cuerpo lo separa de la suya. Hasta la
vista, Querida, has muy pronto."
"Mi estado, tal como lo vio,
seguía empeorando; no he escrito ni una sola línea durante esos largos meses y
ni siquiera la primavera ha sabido, esta vez, aliviarme; aumentaba, pero yo
estaba separado de ella por todos mis sentidos que permanecían cerrados y
opacos. Ése debe de ser (cuántas veces lo habré pensado) el estado de un tallo
roto que una brizna de corteza sujeta todavía a su árbol, pero que,
interiormente, no corresponde ya a la feliz savia con la que se embriagan todas
las ramas a su alrededor."