Aug 4, 2008

 
Henri Cartier-Bresson
Fotografiar del natural

(l’imaginaire d’après nature)


Por Miriam Badillo

Librito esbelto que se lee en una tarde, en el trayecto de un vuelo corto, de un viaje mediano en carretera, si a uno le gusta la fotografía además de la lectura…Es una recopilación de textos, fragmentos, notas (un entrevero diría yo), escritos, del fotógrafo del instante decisivo sobre sus percepciones de viajes y personas, algunas de carácter inmediato en la pura tradición de la escritura automática de los surrealistas a los que frecuentó desde que era muchacho tímido y callado, como el mismo se describe. Sus textos algo se parecen a sus fotos: intento de captar lo irrepetible, el gesto preciso que no aparecerá ya nunca más, disparar la cámara en el momento exacto, sacar el lápiz y hacer la anotación enseguida, tal como se nos viene a la cabeza. Hacerlo justo cuando sentimos que se nos ha revelado la sustancia de las cosas, de las personas, de lo espontáneo, lo natural.
Parte importante de sus ideas respecto a la fotografía se encuentra aquí, sus gustos y preferencias con tendencia hacia lo documental, como buen reportero, dispuesto siempre al viaje y a la aventura que lo trajeron a vivir una temporada a esta ciudad, hace ya varias décadas, y hospedarse en la enigmática “Candelaria de los patos”, allá por la Merced. Le gustaba mezclarse con discreción y ser parte de los lugares y las personas.

Habrá que leerlo, deberemos leerlo si, como dije, nos gusta la fotografía además de la lectura.


 

Nikos Kazantzakis
Alexis Zorba, el griego

Por Miriam Badillo

Primera vez que leo a Kazantzakis, de entrada puedo decir de su prosa: bellísima, llena de delicadas y exactas descripciones, imbuida de sus constantes dudas y obsesiones, grandes dudas, vigorosas obsesiones. Mientras leía el libro e iba por la mitad, no pude resistir la tentación de ver la película de factura griega (como el autor y su historia), protagonizada por Anthony Queen, de hecho un comentario respecto a esta cinta fue la que me hizo buscar leer el libro, del que ya tenía noticia de tiempo atrás. La película no me decepcionó en modo alguno pero, con todas y cada una de las reservas del comentario, sólo me hizo confirmar que, desde mi privilegiado punto de vista, la literatura es superior e intraducible al lenguaje cinematográfico. Desde luego es una fantasía muy íntima y generalizada querer ver representados en carne y hueso a los personajes que tanto nos han gustado en este o aquel libro y de algún modo garantizar que su esencia llegue a más gente a través de un filme o que el director intente darnos su versión, su interpretación, pero me quedo con las lentas y minuciosas descripciones, las reflexiones, los discurrimientos, insinuaciones, misterios, pensamientos, de la palabra escrita. Me quedo con la extensión que permite la novela a la inversa de la síntesis que exige el cine. Pero, visualmente, la película captó magistralmente al texto, sin duda y el Alexis no podía ser otro que el grandulón Antonio Reina. Alexis Zorba, el griego, máquina de vivir, nadador cotidiano de ríos metafísicos sin saberlo. Hecho de fuego, aire, tierra y agua. Formando perfecta unidad con su contraparte, el narrador (Kazantzakis mismo) hecho de razón, de pensamiento, de lógica y precaución, de palabras, de libros. Sueltos a la aventura, jugando a ser capitalistas en una aldea cretense con sus habitantes hechos de comunidad, religión y crueldades propias de su tradición y su moralidad cerrada que no acepta injerencia forastera, hay cosas en las que sí y otras en las que no y punto, nada que discutir.
Me ha hecho feliz este libro, es de esos que te dejan con ganas de vivir, poca cosa.


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