Mar 13, 2008

 

SIETE NOVELAS (Segunda entrega)

Espera a la primavera, Bandini
de John Fante

Por Darío Basavilbaso


Espera la primavera, Bandini segunda novela de John Fante escrita dos años después de su opera prima es, de alguna forma, la narración que concentra el estilo definitivo del futuro guionista de Hollywood. Desde las primeras líneas de la novela el autor explica de que manera el invierno en Denver Colorado afecta la situación familiar de una familia pobre de italo-americanos: detestaba la nieve, era albañil (Svevo Bandini, padre de Arturo) y la nieve congelaba la argamasa que ponía entre los ladrillos.

A la manera de un film italiano el autor presenta las contrastantes personalidades de quienes forman parte de esta familia; en primer lugar la madre, María Bandini mujer sumisa y feroz, de influencia determinante en toda la obra; como pudimos constatar en Camino a los Ángeles este personaje, casi fiel a la realidad, exacerba un catolicismo ferviente, sin embargo el tratamiento que se hace de este paradigma dista de ser ácido-crítico de la primera oportunidad y se vuelve una reflexión inocente y candorosa por parte del protagonista. La presencia de la madre no se limita a su influencia dogmática, sus acciones son determinantes en el desarrollo de la novela, dos momentos demuestran la dualidad psicológica del personaje: cuando va a solicitar víveres fiados por milésima vez a la tienda en la que no ha pagado en muchos meses y cuando encaja las uñas en el rostro de su marido imaginando una infidelidad.

Después viene la figura paterna, contrario a su mujer, el jefe de la familia es ateo y mundano, tiene tras de si una larga carrera de mujeriego, es uno de los mejores albañiles de Boulder Colorado pero el invierno representa el deterioro de su persona.

No es Arturo Bandini el que narra la historia como sucede en el resto de la saga , Fante utiliza por única ocasión la tercera persona. Es difícil reconocer en este Arturo al mismo de Camino a los Ángeles: las diferencias son varias y significativas, en primer lugar en Camino aparece una hermana mayor de nombre Mona, en esta novela son dos hermanos menores que acompañan al protagonista August y Federico; es en Espera la primavera, donde la historia tiene como punto de partida Denver Colorado, no es así en Camino donde la historia se desarrolla cerca de Los Ángeles California. En la primera novela Bandini tiene veinte años en esta segunda es apenas un adolescente. Sólo en Espera la primavera no hay nunca una mención de la vocación literaria del protagonista, en todas las demás es definitivo leitmotiv. El único rasgo común entre estas dos primeras novelas es la pobreza económica y la casi idéntica descripción que se hace de la casa de la familia Bandini.

A partir de esta segunda novela un elemento que no desaparecerá más es la presencia del amor imposible, el tratamiento que se hace aquí es todavía débil –a comparación de las restantes- y tendrá su forma definitiva en la siguiente novela Pregúntale al polvo.

La historia personal en sus primeros años de John Fante está narrada con mayor precisión y libertad en esta novela como en ninguna otra, quizá un complemento definitivo aparece desarrollado en La hermandad de la uva, aunque este no pertenezca a la misma zaga.

El Bandini Nietzscheano, bravucón y divertido de Camino a los Ángeles, se disuelve en esta segunda novela en un niño candoroso y observador de todo su entorno, el estilo divertido nunca desaparece pero ahora tiene otro manejo.

(Descripción de su abuela)En el pecho parecían apretujársele, no dos, sino una docena de senos. Tenía la complexión de una pirámide exenta de caderas. En los brazos tenía abundancia de carne que le colgaba, no hacía abajo, sino en ángulo y los dedos hinchados le pendían como morcillas. Carecía de cuello prácticamente. Cuando giraba la cabeza, la carne colgante se movía con la melancolía de la cera derretida. Por entre el ralo pelo canoso se le veía un cuero cabelludo de color rosado, tenía una nariz delgada y elegante, pero sus ojos parecían dos granos pisoteados de uva bodocal. Cada vez que hablaba, la dentadura postiza, de manera involuntaria, se ponía a chapurrear un idioma privado.

Arturo Bandini estaba convencido de que cuando muriese no iría al infierno. Para ir al infierno había que cometer un pecado mortal. El había cometido muchos, lo sabía pero la confesión lo había salvado. Siempre se confesaba a tiempo, es decir antes de que la muerte se le presentara. Y tocaba madera cada vez que pensaba en ello: que siempre habría tiempo antes de morir. De modo que Arturo estaba archiconvencido de que cuando muriese no iría al infierno,. Por dos motivos. Por la confesión y porque era un corredor muy rápido.


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