May 31, 2007

 

El mago
Cesar Aira
Por Miriam Badillo

Aira es un autor argentino, extravagante y prolífico, cuya abundancia de textos despierta no poca curiosidad y suspicacia, y de la cual es justamente al final de esta novela que nos revela (de una manera más bien precipitada y medio desencajada)su secreto o más bien ironiza con una posible explicación. Habrá entonces que llegar a esa parte para saberlo, cosa fácil dada la sencillez y la ligera corrección de su prosa.
La anécdota que sirve como pretexto para que Aira escriba sin aliento y sin descanso, una vez más, es simple: el personaje principal es un mago argentino que asistirá a un congreso internacional -de magos- en Panamá con la intención de demostrar que él es el mejor mago del mundo. Y lo es porque su magia es real y natural, es un don verdadero con el que nació-y ha mantenido en secreto- y el cual nunca ha explotado en toda su inmensidad por temor a “dañar el tejido natural del universo” pero además también por su carencia imaginativa y opaca inteligencia. Atormentado por multitud de interrogantes, que tienen que ver justamente con su condenada mediocridad a pesar de su poder, llega el mago a Panamá y entonces comienza la breve historia, que se me figura, ahora, más bien una autobiografía espiritual(idea arrojada como una ocurrencia por Aira, con descuido alarmante, al final del texto)del "mágicamente" prolífico escritor argentino. No se pierde nada leyéndola pero no se gana demasiado, eso es todo.

May 15, 2007

 

PLATA QUEMADA
De Ricardo Piglia
Anagrama, 1997.


Por Darío Basavilbaso.


Plata Quemada cuenta de forma novelada una historia real acontecida entre la ciudad de Buenos Aires y la ciudad de Montevideo en la década de los sesentas; un grupo de delincuentes roba una camioneta de caudales y asesina a los custodios, su destino final es Nueva York. Sin embargo a partir de errores cometidos durante el escape la justicia permanece relativamente cerca de ellos. Logran zafar a Montevideo y allí establecen un cuartel para definir su situación. Los delincuentes son cuatro, tres los pragmáticos: Cuervo Mereles, Gaucho Dorda y Nene Brignone (estos dos últimos mantienen un vinculo entre espiritual y sexual) y uno cerebral, Enrique Mario Malito.
La primera parte de la novela, además de narrar los acontecimientos del robo y la fuga, establece una magistral psicología de los personaje: los delincuentes, auténticos psicópatas, practican el asesinato y la perversión sexual por naturaleza, los representantes de la justicia no menos están viciados que estos, y la única diferencia parece ser el lado de la sociedad en que se ubican.
A partir de un detalle insignificante los delincuentes son denunciados y esto los lleva a nuevos errores como matar a un policía uruguayo y traicionar los códigos del hampa, dejando a un cómplice herido.
Casi la mitad de la novela narra la resistencia tenaz que establecen los tres asesinos desde el interior de un departamento contra un comando de trescientos policías. La defensa se extiende a más de quince horas, los delincuentes logran resistir gracias a grandes cantidades de cocaína y a un arsenal de armas y municiones de proporciones mayúsculas. Policías mueren en el enfrentamiento, en un momento de la reyerta los asesinos completamente enloquecidos largan billetes encendidos que caen como mariposas de fuego. Después de diversas acciones desesperadas los delincuentes comienzan a caer, el primero en morir es el Cuervo Mereles, el segundo el Nene Brignone; el Gaucho Dorda siente la muerte de este último. Abraza el cuerpo lleno de impactos del bala y le besa el rostro y la boca que son horadaciones sanguinolentas. El Gaucho parece un sobrehumano, no logran matarlo, esta herido, pero se permite recordar su pasado criminal, escuchar las voces femeninas que siempre que le hablan al oído antes de matar. Finalmente no puede resistir más el embate, lo sacan casi muerto los comandos policíacos; mientras es trasladado a la ambulancia los ciudadanos que han saturado de morbosa curiosidad las acciones tratan de lincharlo, la misma policía los salva.
La sirena de la ambulancia se alejó y se perdió al doblar la esquina de Herrera y la calle quedó por fin vacía.
Ricardo Piglia desarrolla en esta novela un lenguaje directo, sin adornos, el lenguaje del submundo.
Porque la policía y los malandras son los únicos que saben hacer de las palabras objetos vivos, agujas que se entierran en la carne y te destruyen el alma como un huevo que se parte en el filo de la sartén.
Dentro del deliberado fango de palabras, se encuentra una breve metáfora y aunque no deja de ser atractiva:
la vida es como un tren de carga, lo mirás al tren con uno de sus vagones y parece interminable pero cuando te das cuenta ya sólo estas viendo la lucecita del último vagón.
Los delincuentes desde un principio conocen su destino y en las primeras páginas lo prevén: las cosas nunca salen como uno las piensa la suerte es más importante que el coraje, más importante que la inteligencia y las medidas de seguridad.
El azar, paradójicamente, está siempre del lado del orden establecido y es (junto a la delación y la tortura) el medio principal que tienen los pesquisas para cerrar el lazo y atrapar a los que tratan de hacerse invisibles en la selva de la ciudad.
La novela incluye un epílogo donde el autor ordena los cabos sueltos, el destino de Malito, la futura muerte del Gaucho Dorda, da a conocer el modus operandi de Plata Quemada, también acá la última palabra que acompaña el texto es “vacía”, todo parece quedar vacío, las calles y las estaciones son los más fiables testigos de los acontecimientos, pero no tienen la misma voz articulada y tarde o temprano no quedará nadie. En Piglia no hay coincidencias para suerte de sus lectores.


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