Oct 19, 2006

 
Roberto Artl
EL JUGUETE RABIOSO
Bruguera


Por Darío Basavilbaso


Leí en mi adolescencia El juguete rabioso de Roberto Artl (1900-1942) en ese momento me pareció una obra divertida; recientemente lo releí (he insistido en el alcance de la relectura), y confirmo, en general, que avocarse a un libro en varias ocasiones representa un ejercicio esclarecedor. Pero no en todos los casos. Mi relectura de El juguete rabioso, conforme avanzaba, me generaba dudas, la obra “divertida” en mi adolescencia se tornaba cuestionable.
La novela nos habla del proceso de aprendizaje de vida, de un adolescente porteño, Silvio Astier, sus afanes literarios y tecnológicos, sus ímpetus románticos. El autor presenta un abanico de personajes deteriorados tanto física como moralmente. En ciertos pasajes, la novela parece alejarse irremediablemente de su tema –sí es que hay un tema privilegiado-. En el último capítulo, toma un rumbo “realista”; la suerte del marginado adolescente porteño parece clara, sus circunstancias deben ser más fuertes que él. Sin embargo Artl apuesta a un final inesperado y desconcertante, el protagonista renuncia a la posibilidad del martirio a cambio de ser el Judas Iscariote.
Por si esto fuera poco, un estigma histórico acompaña esta novela: Roberto Artl en la búsqueda de publicarla, llegó a Elías Castelnuovo (famoso escritor y editor del Grupo Boedo) este calificó la novela como una obra desigual y escabrosa, plagada de errores ortográficos y de redacción.
Al parecer todo apunta al descrédito de Artl, sin embargo, lo más importante permanece, que es su lectura. Mucho se ha insistido en preguntar ¿Por qué si era tan mal escritor sigue vigente? Y ¿Por qué además es un clásico? Las respuestas han sido varias, me quedo en esta ocasión con la de Juan Carlos Onetti: Había nacido para escribir sus desdichas infantiles, adolescentes y adultas, lo hizo con rabia y con genio cosas que le sobraban.
La fotografía más famosa de Roberto Artl, nos muestra un perfil desgraciado y cínico, un mechón de cabello que cae a un costado de la frente, al parecer encara con melancolía el fraude que significaron sus novelas, el mismo fraude en que radica su grandeza.

DOS MUESTRAS DOS

1).-Indiscutiblemente, era cama de archipobre, un deshecho de judería, la yacija más taimada que he conocido.
Los resortes me hundían las espaldas, parecía que sus puntas querían horadarme la carne entre las costillas. La malla de acero rígida en una zona me hundía desconsideradamente en un punto, en tanto que en otro por maravillas de elasticidad elevaba promontorios. Y a cada movimiento que hacía el lecho gañía, chirriaba con ruidos estupendos, a semejanza de un juego de engranajes sin aceite. Además, no encontraba postura cómoda, el rígido vello de la carpeta rascábame la garganta, le filo de los botines me entumecía la nuca, los espirales de los elásticos doblados me pellizcaban la carne.


2).- No tenía diez años de edad, y menos de cuatro pies de altura, pero en su rostro romboidal como el de un mogol, la miseria y toda la experiencia de la vagancia habían lapidado arrugas indelebles.
Tenía la nariz chata, los labios belfos y además era enormemente cabelludo, de una lana rizada y tupida entre cuyos aros desaparecían las orejas.
Todo este cromo aborigen y sucio se ataviaba con un pantalón que le llegaba hasta los tobillos y una blusa negra de lechero vasco.
El rengo le ordenó imperativamente:
-Agarrá eso
El pibe se echó la bolsa a la espalda y rápidamente marchó.
Era criado, cocinero mucamo y ayudante del Rengo. Este lo recogió como se recoge un perro, y en cambio de sus servicios lo vestía y alimentaba; y el pibe era fidelísimo servidor de su amo.

Oct 13, 2006

 

Noticias de Moby Dick
Por
Miriam Badillo

Melville, Herman
Moby Dick
Planeta, España, 2005

Hay tres clases de hombres: los que están vivos, los que están muertos y los que están en el mar. No sé quien me lo dijo o donde lo leí, ni quiero acordarme, pero lo confirmo en cada línea del texto del que ahora quiero contarles algo.
He leído las tres cuartas partes del misterioso libro. Doy noticia de él porque así me lo demanda el ánimo. El pobre, por cierto, ha pasado innumerables tribulaciones en el viaje que emprendió en mi bolsa hace ya un buen par de meses, pero eso es cosa digna de un ballenero, un barco ballenero. Mojado está y más gordo que nunca por consecuencia.

El tal texto es un clásico universal, para Borges es comparable con la Comedia de Dante, en tanto representación suprema de la transgresión a que un ser humano pueda ser capaz, el desafío que constituye una pregunta, la pregunta. En su conferencia sobre la Comedia (Siete Noches, FCE) y rumbo al final nos comparte lo que para él es una de las mayores cumbres del poema de Dante, cuando el florentino narra la leyenda del último viaje emprendido por Ulises quien quiere transponer las Columnas de Hércules y develar el misterio de esos horizontes y lo que consigue es la muerte:
“ Bueno llegamos a este momento terrible y preguntamos por qué ha sido castigado Ulises. Evidentemente no lo fue por la treta del caballo, puesto que el momento culminante de su vida, el que se refiere a Dante y el que se refiere a nosotros, es otro: es esa empresa generosa, denodada, de querer conocer lo vedado, lo imposible. Nos preguntamos por qué tiene tanta fuerza este canto. Antes de contestar, querría recordar un hecho que no ha sido señalado hasta ahora, que yo sepa.
Es el otro gran libro, un gran poema de nuestro tiempo, el Moby Dick de Herman Melville, que ciertamente conoció la Comedia en la traducción de Longfelow. Tenemos la empresa insensata del mutilado capitán Ahab, que quiere vengarse de la ballena blanca. Al fin la encuentra y la ballena lo hunde, y la gran novela concuerda exactamente con el fin del canto de Dante: el mar se cierra sobre ellos. Melville tuvo que recordar la Comedia en ese punto, aunque prefiero pensar que la leyó, que la asimiló de tal modo que pudo olvidarla literalmente, que la Comedia debió ser parte de él y que luego redescubrió lo que había leído hacía ya muchos años, pero la historia es la misma. Salvo que Ahab no está movido por ímpetu noble sino por deseo de venganza. En cambio, Ulises obra como el más alto de los hombres. Ulises además, invoca una razón justa, que está relacionada con la inteligencia y es castigado.”
(Voy a la mitad y les he adelantado el final, que yo misma conocía desde hace mucho y que en el caso de los clásicos poco importa cuando en el recorrido para llegar a él consiste el placer, así como es la vida cuyo destino final no es secreto para nadie).
Dante mismo era un supremo transgresor al adelantarse al juicio de la Providencia, como lo señala Borges, al señalar, aún por modo poético, quienes irían al cielo, quienes al infierno.
Las palabras de Borges podrán ayudarme de entrada a dar una idea de la grandiosidad, de la enormidad de Moby Dick. Texto que me ha tocado leer en épocas algo oscuras, dicho sea de paso, y que ha merecido el redoble de la concentración y de lo cual se deriva también la lenta pero segura lectura que le he dedicado.
Es verdad lo dicho por Borges en cuanto al carácter y la sensación que produce este libro, a mi en lo particular me ha fascinado por la riqueza de sus matices, por la inmensidad de temas que aborda, por sus fascinantes metáforas. Los hombres que habitan Moby Dick, seres humanos del género masculino, son justamente eso que mencionaba al principio: hombres de mar, regidos por leyes y maneras que resultan incomprensibles para cualquiera que se desplace mayormente por tierra. El océano, el vasto, el vinoso ponto es en definitiva un mundo distinto al que cualquiera de nosotros conoce, una dimensión secreta, vedada. Y qué decir del oficio, ya desaparecido, de cazador de ballenas, de cachalotes, de leviatánes, de la máxima criatura que persiste en las aguas. ¿Qué se necesitaba para ejercer profesión tan extrema en donde lo “prudente” era lanzar las lanchas en medio de la tormenta a la persecución de una manada con los cuchillos entre los dientes? ¿Quiénes lo hacían? Y aquí el último párrafo que he debido subrayar y que me ha empujado a escribir este avance: “Ahora, con sus fantasmas subordinados, lo que quedaba de asombro se disipó pronto, pues en un barco ballenero los asombros se desvanecen pronto. Además, de vez en cuando se presentan tan inexplicables restos y sobras de naciones raras, saliendo de desconocidos rincones y agujeros de ceniza de la tierra, para tripular a esos proscritos flotantes que son los barco balleneros; y los barcos mismos recogen tan extrañas criaturas de desecho, que se encuentran flotando en alta mar sobre tablas, restos de remos, lanchas balleneras, canoas, juncos japoneses asolados por el huracán, y cualquier otra cosa que el propio Belcebú podría trepar por el costado y bajar a la cabina a charlar con el capitán sin crear en el castillo de proa ninguna excitación irreprimible…” p.265

Hombres de mar al fin y al cabo, más allá de su origen desheredado de la tierra, hombres de mar, que maravilloso misterio.
Ya les contaré más.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?